Las personas tenemos la potencialidad de aprender en todas las etapas de nuestra existencia porque el cerebro humano cuenta con la capacidad de reorganizar sus patrones de conectividad neuronal reajustando su funcionalidad. Hay diferentes instancias en las que se produce la neuroplasticidad, por ejemplo cuando cambiamos hábitos, cuando incorporamos nuevos conocimientos o habilidades, al explorar nuevos sitios o conocer nuevas personas.
Cuando aprendemos las neuronas tejen redes mediante las sinapsis. Se comunican enviandose señales. Pero al practicar lo que aprendemos, esas comunicaciones inter-neuronales mejoran, y esto se refleja en una optimización del desarrollo de nuestras tareas. Los estudios actuales demuestran que la edad no es un factor determinante para la capacidad de aprender y resolver problemas. La neuroplasticidad está presente en el cerebro adulto pudiendo mejorar su capacidad funcional. Es esta plasticidad cerebral una propiedad del sistema nervioso que persiste a lo largo de toda la vida. La función de la neuroplasticidad cerebral es ayudar a aprender, desaprender y a integrar los conocimientos en forma de experiencias prácticas. ¿Cómo lo hace? Genera conexiones neuronales en respuesta a la información que recibe por experiencias en el entorno, como de estimulación sensorial o como consecuencia del desarrollo.
Ahora bien, en línea con estos avances la teoría del psiquiatra estadounidense y experto en educación, William Glasser, permite identificar con mayor claridad el grado de internalización de conocimientos según la forma en que se promueva estos últimos. Esto significa que no aprendemos igual de cualquier modo. Este investigador elaboró una pirámide en la que segmenta esos grados expresados en porcentaje, desde el 10 al 95%. Glasser sostiene que los estímulos visuales, auditivos, sensoriales tienen una baja contribución en forma independiente, pero cuando se combinan ese porcentaje se incrementa de forma significativa (50%).
El 70 % se aprende de lo que discutimos con otras personas. Este intercambio incluye el preguntar, enumerar, reproducir, debatir, parafrasear, repetir, recordar o ejemplificar.
El 80% del aprendizaje se logra a partir del hacer. Se traduce en diferentes tipos de acciones: practicar, ejercitar, crear, organizar, analizar, diferenciar, examinar, verificar, catalogar, interrogar.
Pero cuando enseñamos a otros alcanzamos el más alto porcentaje (95%) porque esta acción exige un proceso cognitivo complejo, desde ordenar y sintetizar las ideas; clasificar y estructurar el contenido y expresarlo verbalmente utilizando ejemplos, metáforas y analogías. Este esfuerzo de verbalización hace que el conocimiento aprendido perdure en el tiempo.
Estos aportes deben ayudarnos a repensar nuestras estrategias de formación dentro de las organizaciones. La pregunta que se instala entonces es: ¿Capacitamos para que aprendan o aprendemos si capacitamos? Responder al acertijo, esa es la cuestión…
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